CONPSYENCIA BLOG

¿Qué estamos haciendo con nuestros niños?
Marzo 2020

En últimas fechas, las noticias y redes sociales están llenas de información relacionada con adultos y niños que son golpeados en extremo, secuestrados, violentados sexualmente e incluso asesinados. Todas estas situaciones nos hacen reflexionar mil cosas, pero seguimos sin entender por qué se dan, no entendemos por qué las personas cometen delitos, no entendemos por qué la sociedad lo permite y, sobre todo, no entendemos por qué los niños tienen que sufrir estas experiencias. Son situaciones extremas. Situaciones que son expuestas a través de medios de comunicación y por ello conocidas por todos. Sin embargo, hay cosas que pasan con nuestros niños todos los días. Cosas que no necesariamente son mirados por todos. Incluso, puedo decir que sí las miramos, pero las pasamos por alto y las miramos “tan normales” que se han vuelto parte de la vida cotidiana.

¿A qué me refiero? Al maltrato que ejercemos hacia los niños día con día. En serio, seguro te viene a la mente la imagen de más de un niño que vivió o vive alguna de las siguientes situaciones: le pegan “por su bien” o porque es “la única manera que entiende”, le regañan o insultan porque no se apura o no le salen las cosas, que tiene miedo de que uno de sus papás se entere de su conducta o calificaciones porque lo van a castigar, al que no le hacen caso porque sus padres están “toooodo” el día en el trabajo o en casa entretenidos con el celular; que le insultan o maltratan en la escuela y los maestros sólo miran diciendo que él tiene que aprender a defenderse pero no hacen nada porque los otros niños sean respetuosos; el que tiene que acoplarse a los horarios de los padres por lo que tiene que levantarse de madrugada para llegar a la escuela o llegar tarde a casa para hacer tarea y descansar después de las diez de la noche; el niño que está de tiempo completo en la escuela y después tiene clases de baile, piano, inglés o regularización pero no tienen tiempo para jugar.


El que va apresurado caminando, corriendo o “volando” detrás de sus papás porque estos tienen prisa, el niño a quien no le ayudan a organizar sus cosas o actividades porque los adultos no se organizan o dicen que el niño tiene que hacerlo solo, al que no le enseñamos a ser autosuficiente y responsable porque le resolvemos todo o le hacemos la tarea, el que tiene inseguridad y miedo porque constantemente le decimos “no hables, no grites, no corras, te vas a caer” o que algo le va a pasar si se mueve o si desordena, el que en fines de semana lo único que hace son quehaceres porque es el único momento que tienen los padres para hacerlo; el niño que no tiene unos minutos al día para jugar, el que en casa observa las peleas de los padres o el que estos no se hablan, el que ve que sus padres ya no se quieren pero que aún siguen viviendo juntos; el que no tienen horarios establecidos ni actividades personales asignadas para ayudar en casa. El niño que observa como sus padres se gritan, ofenden o incluso golpean; el que sabe de las infidelidades de los padres y que no dicen nada por temor a que su familia se desintegren, el que mira programas que son para adultos o que tienen acceso a video juegos que no son para su edad y que tienen alto contenido violento; al que se le permite tener cuentas en redes sociales y no están supervisados, al que le dan de comer azúcar, grasa o sal en exceso, el que sale de casa sin desayunar porque ya no le dio tiempo o porque no había nada en casa; al que le enseñan a ser individualistas, el que no sabe ser empático, el que se burla de los otros o el que toma cosas que no son suyas porque eso aprendió en casa.


Todo esto y otras tantas cosas son maltrato o incluso violencia hacia los niños. Es una forma muy “sutil” de dañar su desarrollo físico, psicológico y social. Vivir todo esto día a día, varias veces al día, genera dolor a todos los niveles. Son niños que en poco tiempo se convertirán en adolescentes que no pueden enfrentar los retos de la vida, que no tendrán intereses y que no sabrán como convivir con los que les rodean. Que en un rato más serán adultos que sufren, aunque puedan parecer funcionales. Que cargarán con su dolor más el dolor, depresión y enojo de sus padres, que no podrán ser buenos padres y así… la historia de violencia hacia los niños se perpetúa.


Es en este momento donde tenemos que preguntarnos ¿qué de todo esto hacemos?, ¿qué de todo esto vamos a evitar y cambiar?, ¿qué cambios vamos a hacer para cambiar el presente y el futuro de nuestros niños? ¿pensamos en nosotros mismos al leer las líneas anteriores? ¿qué dolores de vida traemos desde la infancia que no nos permiten relacionarnos de la mejor manera con nuestros hijos? ¿Nos vamos a hacer responsables de la felicidad de los niños o seguiremos culpando a los otros de todo lo malo que pasa a los niños? Te dejo reflexionando y pensando en los cambios que puedes hacer por tus niños y los niños de todos nosotros.



Mtra. Yolanda Santiago Huerta